CULTURA
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El Otoño

El otoño es para mí la época más agradable en el campo y en la ciudad. Después de ese ardor pesado y enervante de los días de agosto, las primeras frescuras otoñales son una delicia. La lluvia benéfica va cayendo suavemente sobre la tierra, y parece que es una voluptuosidad nueva mirar el paisaje y respirar.
Otoño es una dama aventurera saciada de amores y de frutos; en el Mediodía, en las tierras del vino, muestra la carnación abundante de una Venus de Rubens; es barroca, espléndida, tiene el color dorado del Sol y en el cabello el adorno de los pámpanos y de las hojas de viña; en los países del norte, menos opulenta y más discreta, es una ninfa pálida, engalanada con flores, que marcha por prados entre las altas hierbas humedecidas por jirones flotantes de bruma.

Otoño es ver las mañanas que brotan, radiantes, por entre la gasa blanca de niebla que envuelve el valle; recibir la caricia del Sol, ya enfermizo, que tiene un calor dulce al mediodía, y respirar al anochecer el aire fresco y perfumado de los montes. Otoño es el olor del heno, la sazón de los prados.

Otoño es ver caer la lluvia en un día gris, luminoso y plácido, a través de los cristales de la ventana, oír el rumor del viento en el follaje, marchar por la carretera haciendo crujir bajo los pies de las hojas amarillas de los árboles, oír las campanadas de la oración desde lejos, entre el ramaje desnudo de bosque, y encender aliado del camino una hoguera de ramas secas.

Otoño es pasear bajo la bóveda celeste en la noche limpia y profunda, recoger en el fondo del alma el ritmo del Universo en el parpadeo confidencial de las estrellas y presenciar las fantasmagorías de la dama errante de la noche, que juega a los misterios con su luz espectral en las rocas y en los arroyos, en los estanques y en los troncos viejos de los árboles.

Pio Baroja (1872-1956)