logojoseposada.gif (13084 bytes)

Galicia

 

wpeB0.jpg (1531 bytes)

 

 

 

 

 

 

Cuando Alejandro Dumas pasó por Galicia, dejó escrito

"...Francia rellena con trufas, Castilla con aceitunas, Cataluña con ciruelas y Galicia con castañas... Con Marrón Glacé, que es lo más exquisito y el relleno de los países más civilizados..."

Es de agradecer la observación viniendo de un francés gastrónomo cultivado como Dumas, pues hay un antagonismo transfronterizo franco-español, que se manifiesta en las abundantes observaciones de los viajeros, sobre nuestras comidas bárbaras, llenas de ajos, picante y prejuicios religiosos. Nosotros rebatimos achacándoles demasiadas pomadas (salsas), mantequilla e ingesta artificiosidad.

Y más allá de la gastronómica disputa, hay puntos de encuentro, y más en Galicia, donde las castañas se resistieron a ser totalmente sustituidas por las patatas hasta hoy. Pero en los restaurantes gallegos son ignoradas y desconsideradas ya que son demasiado cotidianas, familiares, y no se les da, por ignorancia o proximidad, todo el respeto culinario que merecen. "Santo de casa no hace milagros".

Pero cuando un restaurador gallego ve que en Francia, por unas castañas o "marrons", que en Galicia tiene debajo de los pies, le cobran cientos o miles de pesetas, les empieza a tomar respeto, y, si es inteligente, a darse cuenta de que con ellas puede ganar más dinero, cobrando más los platos. Y más cuando comprueba que cualquier guarnición o relleno que se precie, es de castañas, y que una cosa tan vulgar en su pueblo, es considerada como exquisita en las cocinas francesas, italianas, suizas, japonesas y hasta americanas, en lo poco que de ella tienen por el nuevo continente.

Queda, habitualmente desconcertado, pero como en España funciona la admiración metódica de todo lo foráneo (efecto papanatas), tienen que venir los "maitres" franceses e italianos a enseñarnos a hacer los platos que siempre hicieron nuestras abuelas. Curiosa recuperación histórica, que tengan que venir los de fuera a enseñarnos a los españoles a valorizar lo nuestro.

Se decía que la cocina de las castañas, era laboriosa porque había que pelarlas una a una, y no solo de una, sino de dos pieles. Pero la industria resolvió el problema, y así como nos dan los garbanzos ya semicocidos, y los espárragos listos, también tenemos castañas peladas y cocidas, al natural, listas para añadir, en una lata. Y también en almíbar, y en mermelada, y en la más estimada y costosa preparación, la joya de la confitería, el Marrón Glacé.

El máximo respeto al buen restaurador, que en frase de Billat Savarin, debería ser un anfitrión al que se paga", o sea alguien que se hace responsable de la felicidad de sus invitados, durante el tiempo que permanezcan bajo su techo. Pero hay que reconocer que un falso y acelerado desarrollo ha ensoberbecido por una parte y vulgarizado por otra, este noble arte de la hospitalidad.

Y muchos alegan falta o alto coste de personal. Absurdo e injustificado. He visto hacer en Suiza conservas, platos y postres con una cuidadísima elaboración, de artista enamorado, a un coste elevado con lista de espera de meses para poder acceder al privilegio de degustarlos. Y también restauradores que tratan mal a sus clientes, en un exceso de confianza, en la firme convicción de que sirvan lo que sirvan, vino turbio o pan duro, los clientes no se dan cuenta, y son masoquistas.

Cuando leemos o nos cantan la monótona lista de postres "flan, piña, melocotón, tarta helada...", confirmamos la desidia del hostelero. No se preocupa de dar un postre de la casa, sino de cortar una porción, más o menos grande y llena de aditivos, de un insípido postre industrial. Creen, en cuentas primitivas, que es más fácil y rentable el abrir una cola. Un error de mínimo esfuerzo. Poquísimos restaurantes se esmeran con un postre de la casa, o de la estación del año, unas filloas, una leche frita hecha por él, o una tabla de quesos. Y menos, de postres con castañas, si tampoco lo utilizaron en guarnición.

___________________________________________

La Castaña Cenicienta

Su color el amarillo sepia, el marrón y el castaño, Su olor, de leña ardiendo, tierra húmeda y castañas asadas.

Su sabor, de vino nuevo, membrillos maduros y marron glacé.

Todo el otoño cabe dentro de un erizo de castañas.

Con nuestras mágicas artes y artesanía, convertimos la humilde, hirsuta y erizada castaña, en una Princesa de cuento de Hadas.

Primero le quitamos sus pieles, la lavamos, confitamos y perfumamos con vainilla de Tahití. Después la vestimos, calzamos y presentamos en su carroza dorada, con el nuevo nombre de "Marron Glacé".

La llevamos al baile, y allí se encontrará con el Príncipe del Buen Gusto, usted mismo/a, merecedor/a de esta exquisita beldad, princesa real de la gastronomía. Si se enamora de ella, busque nuestra marca "José Posada", con la misma pista de la zapatilla de baile de la Cenicienta.

Pero como todo lo bueno, la vida del "Marron Glacé" es corta.

Degústelo cuanto antes, antes de las doce campanadas, pues como toda belleza y toda flor, se marchita esta misma noche. Ordena el poeta coger hoy las rosas de la vida...

"Prenez d’aujourd’hui les roses de la vie..."

La cultura popular

La cocina forma parte de la memoria histórica de un pueblo, está grabada en los cromosomas y por eso nuestra infancia y nuestra patria está asociada a los aromas y sabores de la cocina de nuestra madre. Cuando una comida sabe a hotel, o está sin gracia, gusto o personalidad, podemos pagar la cuenta sin rechistar, pero tardaremos o trataremos de no volver, que es el mayor castigo que se le puede hacer al hostelero. Y esto lo están haciendo y harán miles de clientes todos los días.

Y viene todo esto, porque el que aquí esto escribe, lleva muchos años, y ya se está cansando de predicar en casi desierto, por consumir mejores vinos, aguardientes de orujo, setas, frutas del bosque, grelos, etc. y sus formas y estilos, sin mucha recepción y menos comprensión por parte del gremio aunque sí de muchos agradecidos y satisfechos amigos.

Quizá, como los poetas, tenga que morirme para que se aprecie mi poesía, y quizá, muchos años después, me recuerden como humilde seguidor y discípulo de Cunqueiro. Y como seguidor, por la parte gastronómica, pues Cunqueiro era poco cocinero, y gran gastrónomo, y apreciador.

En su libro de Cocina Gallega, cito de memoria, dice "... y no se encuentran ahora castañas en almíbar en Galicia...".

Queriendo suministrar estas castañas, empecé a envasarlas en un magnífico almíbar ligero, con un buen resultado en el mercado exterior, y ahora se venden más en Japón que en Galicia. nadie es profeta en su tierra...

Pero también Don Quijote dijo "... podrán los encantadores quitarme la ventura, pero jamás el esfuerzo y el ánimo". Y seguiré, mal que les pese, como Sócrates, predicador de la recuperación de la gastronomía tradicional, defensor contumaz de las virtudes de los productos gallegos y sacrificándome cotidianamente en el agradable esfuerzo de contribuir e incrementar su consumo, uso y abuso.

José Posada - Ourense

___________________________________________________________

Seis y un minuto de la mañana. Seguramente porque se está acercando la Navidad, todas las castañas han volado de sus erizos. Y todas las castañeras, desde las más jóvenes hasta las más ancianas, las recogen bajo la falda entre sus piernas, calentando y tostando allí su mercancía. No han encontrado mejor fuego.

Rafael Alberti

Principal Novedades Productos Recetas Notas de prensa Alimento Galicia